Batalla de Acosta Ñu – 16 de agosto de 1869
Guerra de la Triple Alianza contra el Paraguay.
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El Mariscal López, luego de la derrota sufrida por sus tropas en el combate de Peribebuy, al sentir amenazada su retaguardia por las fuerzas que avanzaban por Altos y Peribebuy al mando de los generales Emilio Mitre y José Antonio da Silva Guimaraes, resolvió retirarse, dividiendo sus tropas en dos divisiones, una de vanguardia, que confió al general Resquín, y otra de retaguardia, a las órdenes del general Bernardino Caballero. Y a las cinco de la tarde del 13 de Agosto se puso en marcha, con rumbo a Caraguatay, donde llegó a las ocho de la noche del día siguiente. De paso, mandó fortificar la entrada de la picada que conduce a dicho pueblo, dejando allí 1.200 hombres, con algunos cañones, a las órdenes del coronel Pedro Hermosa.
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El movimiento de la columna paraguaya de retaguardia era, y tenía que ser, muy lento porque seguía el compás de la larga fila de carretas en que iban los bagajes de su ejército. La extrema flacura de los animales de tiro hacía que aquéllas apenas anduvieran. Y así, pronto Caballero se vio separado de los suyos, solo en medio del enemigo, librado a su propia suerte. Era como el escudo del ejército en retirada, contra el cual se estrellaría todo el poder de la alianza.
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Recién el 15 de Agosto entró el Conde D’Eu en Caacupé, donde se enteró de la retirada total de las fuerzas paraguayas. Esta noticia lo dejó anonadado, sumido en el desaliento. Decía el Mariscal J. B. Bormann: “Habían caído por tierra todas sus combinaciones y resultaron inútiles todos los sacrificios hechos. El desánimo y la tristeza fueron generales”. Pudiendo haber terminado la guerra después de Peribebuy, su ineptitud y su culpable irresolución habían hecho posible el alejamiento del Mariscal López, con lo que la penosa campaña se prolongaba indefinidamente. Nadie ocultó su disgusto.
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Ante la noticia de que una fuerte columna paraguaya se retiraba lentamente por la picada de Diaz-cué, que conduce a la llanura de Barrero Grande, el Conde D’Eu ordenó al Mariscal Victoriano Carneiro Monteiro que marchara rápidamente hacia el pueblo de Barrero Grande, para cortarles la retirada, mientras él caía sobre la retaguardia de los paraguayos..
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El mariscal Monteiro se alejó a las dos de la tarde del 15 de Agosto, llegando a su destino a las diez de la noche. Desde allí despendió una división de caballería, a las órdenes del general Cámara, con rumbo a Caraguatay, que fue detenida por el coronel Hermosa.
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A las seis de la mañana del día siguiente se movió el primer cuerpo del ejército brasileño, acaudillado por el general José Luis Mena Barreto, que acababa de reemplazar al general Osorio.
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Dos horas después, el general Vasco Alves Pereyra, que mandaba la vanguardia del ejército imperial, cambiaba los primeros tiros con la retaguardia de Caballero. Y resonaba a lo lejos el tronar de la artillería paraguaya, que rechazaba en ese momento las cargas del general Cámara en la boca de la picada de Caraguatay.
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El Conde D’Eu precipitó la marcha de sus tropas y salió con todas ellas en Acosta-Ñu, sitio donde iba a librarse la batalla.
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Los paraguayos disponían de unos 4.500 hombres y algunos pocos cañones, y sólo contaba con un batallón de veteranos, el 6º de infantería, el resto eran niños y ancianos. Los niños fueron disfrazados con barbas postizas para que el enemigo los tome por adultos y les presente combate. Su caballería, escasa, cabalgaba en flacos rocines. Y le amenazaban dos cuerpos de ejército, sin contar las tropas que se aproximaban por Tobatí.
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El general Caballero extendió, serenamente, su línea de batalla, destacando en su vanguardia al coronel Moreno, con dos cañones, y al comandante Franco a la cabeza de su batallón. Y dando frente a su enemigo, continuó el retroceso hacia el paso de arroyo Yukyry, que atraviesa de este a oeste la llanura. Su única salvación estaba en poder llegar a los bosques de Caraguatay.
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Moreno y Franco hubieron de soportar en seguida la presión de nueve batallones y el fuego de numerosas piezas de artillería. Hostilizados después, en los dos flancos, por regimientos de caballería, supieron imponerse, luchando con extraordinaria gallardía.
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El mismo Conde D’Eu reconoce en su Diario de Campaña “la gran desventaja” con que peleaban los paraguayos, por la manifiesta inferioridad de sus armas. “Nuestros fusiles a lo Minié –dice- llevaban la muerte hasta a sus reservas, al paso que a nuestros soldados más avanzados poco perjuicio sufrían”.
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Con hábil maniobra, el general Caballero impidió que sus fuerzas fueran rodeadas y consiguió llegar a la orilla opuesta del arroyo, donde emplazó la artillería. El Conde D’Eu colocó sus cañones frente al paso y abrió un nutrido fuego contra la posición paraguaya. Y ordenó después una carga a fondo sobre el puente, que fue repelida.
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La batalla llegaba a su momento culminante. Era ya mediodía, y desde el amanecer la lucha no tenía tregua ni descanso. Se produjo una nueva carga y nuevamente fue repelida por Caballero. El cauce del arroyo quedó colmado de cadáveres. Optó entonces el ejército imperial buscar un vado, para evitar fracasar en otro ataque frontal.
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Caballero volvió a hacerse fuerte sobre el puente de Peribebuy, conteniendo con todo éxito el avance de sus persecutores. La tarde inclinaba. De pronto los paraguayos se vieron acometidos por la retaguardia, era el segundo cuerpo del ejército brasileño que llegaba. Se trataba de una fuerte columna de infantería, con ocho bocas de fuego, a las órdenes del general Resín, que obligó a dividir las escasas fuerzas de Caballero y a atender dos acometidas simultáneas.
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Los veteranos de Franco (muerto en el combate) habían desaparecido en la larga pugna, y con ellos el nervio principal de la resistencia paraguaya. No le quedaban sino niños y jinetes montados en escuálidos caballos.
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Dice Juan José Chiavenatto: “Los niños de seis a ocho años, en el fragor de la batalla, despavoridos, se agarraban a las piernas de los soldados brasileros, llorando que no los matasen. Y eran degollados en el acto. Escondidas en al selva próxima, las madres observaban el desarrollo de la lucha. No pocas agarraron lanzas y llegaban a comandar un grupo de niños en la resistencia”…. “después de la insólita batalla de Acosta Ñú, cuando estaba terminada, al caer la tarde, las madres de los niños paraguayos salían de la selva para rescatar los cadáveres de sus hijos y socorrer los pocos sobrevivientes, el Conde D´Eu mandó incendiar la maleza, matando quemados a los niños y sus madres.” Su orden era matar “hasta el feto del vientre de la mujer”.
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Caballero formando un cuadro con sus tropas se defendió como pudo hasta que, dispersados los restos de sus fuerzas, confundido en el tumulto inmenso de la lucha, pudo cruzar, sin ser reconocido, entre regimientos y batallones, llevando en pos de sí a los que habían escapado de la matanza. El combate había terminado.
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En la batalla de Acosta Ñu, 3.500 niños paraguayos enfrentó a 20.000 hombres del ejército aliado, lo que se tiene como un acto de heroísmo sin igual. Por la masacre producida, se conmemora ese día como el día del niño en Paraguay.
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Acosta Ñu
Allá en mi tierra bordeando el monte se extiende el campo de Acosta Ñu, llano florido que en su silencio recuerda aquella guerra guasu. Cruzan sus valles viejas trincheras llenas de gloria tradicional, como el setenta se alzan las sombras de aquellos bravos del Paraguay. Yo quisiera cantarte tu heroico pasado la gran epopeya de un pueblo viril pedacito de tierra color de esperanza, reliquia de gloria y honor guaraní. Jukyry va surcando tu valle dormido fue el mudo testigo de tu kurusuy en cien luchas tenaces, su cruel resistencia pusieron los héroes de tu Acosta Ñu. Pechos de acero y corazones escalonaron py´a guasuy hasta los niños de sangre joven dieron en aras de Acosta Ñu. Niños, ancianos, todos cayeron al juramento de “antes morir” solo una cosa quedó en su puesto, la raza heroica del guaraní.
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Federico Riera
GRACIAS A LOS PATRICIOS DE LA VUELTA DE OBLIGADO POR QUE LO RECUERDAN Y A EL TATA VIEJO DE CONTANDO HISTORIAS QUE LO DIFUNDE
www.contandohistorias.com.arde
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El movimiento de la columna paraguaya de retaguardia era, y tenía que ser, muy lento porque seguía el compás de la larga fila de carretas en que iban los bagajes de su ejército. La extrema flacura de los animales de tiro hacía que aquéllas apenas anduvieran. Y así, pronto Caballero se vio separado de los suyos, solo en medio del enemigo, librado a su propia suerte. Era como el escudo del ejército en retirada, contra el cual se estrellaría todo el poder de la alianza.
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Recién el 15 de Agosto entró el Conde D’Eu en Caacupé, donde se enteró de la retirada total de las fuerzas paraguayas. Esta noticia lo dejó anonadado, sumido en el desaliento. Decía el Mariscal J. B. Bormann: “Habían caído por tierra todas sus combinaciones y resultaron inútiles todos los sacrificios hechos. El desánimo y la tristeza fueron generales”. Pudiendo haber terminado la guerra después de Peribebuy, su ineptitud y su culpable irresolución habían hecho posible el alejamiento del Mariscal López, con lo que la penosa campaña se prolongaba indefinidamente. Nadie ocultó su disgusto.
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Ante la noticia de que una fuerte columna paraguaya se retiraba lentamente por la picada de Diaz-cué, que conduce a la llanura de Barrero Grande, el Conde D’Eu ordenó al Mariscal Victoriano Carneiro Monteiro que marchara rápidamente hacia el pueblo de Barrero Grande, para cortarles la retirada, mientras él caía sobre la retaguardia de los paraguayos..
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El mariscal Monteiro se alejó a las dos de la tarde del 15 de Agosto, llegando a su destino a las diez de la noche. Desde allí despendió una división de caballería, a las órdenes del general Cámara, con rumbo a Caraguatay, que fue detenida por el coronel Hermosa.
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A las seis de la mañana del día siguiente se movió el primer cuerpo del ejército brasileño, acaudillado por el general José Luis Mena Barreto, que acababa de reemplazar al general Osorio.
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Dos horas después, el general Vasco Alves Pereyra, que mandaba la vanguardia del ejército imperial, cambiaba los primeros tiros con la retaguardia de Caballero. Y resonaba a lo lejos el tronar de la artillería paraguaya, que rechazaba en ese momento las cargas del general Cámara en la boca de la picada de Caraguatay.
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El Conde D’Eu precipitó la marcha de sus tropas y salió con todas ellas en Acosta-Ñu, sitio donde iba a librarse la batalla.
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Los paraguayos disponían de unos 4.500 hombres y algunos pocos cañones, y sólo contaba con un batallón de veteranos, el 6º de infantería, el resto eran niños y ancianos. Los niños fueron disfrazados con barbas postizas para que el enemigo los tome por adultos y les presente combate. Su caballería, escasa, cabalgaba en flacos rocines. Y le amenazaban dos cuerpos de ejército, sin contar las tropas que se aproximaban por Tobatí.
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El general Caballero extendió, serenamente, su línea de batalla, destacando en su vanguardia al coronel Moreno, con dos cañones, y al comandante Franco a la cabeza de su batallón. Y dando frente a su enemigo, continuó el retroceso hacia el paso de arroyo Yukyry, que atraviesa de este a oeste la llanura. Su única salvación estaba en poder llegar a los bosques de Caraguatay.
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Moreno y Franco hubieron de soportar en seguida la presión de nueve batallones y el fuego de numerosas piezas de artillería. Hostilizados después, en los dos flancos, por regimientos de caballería, supieron imponerse, luchando con extraordinaria gallardía.
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El mismo Conde D’Eu reconoce en su Diario de Campaña “la gran desventaja” con que peleaban los paraguayos, por la manifiesta inferioridad de sus armas. “Nuestros fusiles a lo Minié –dice- llevaban la muerte hasta a sus reservas, al paso que a nuestros soldados más avanzados poco perjuicio sufrían”.
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Con hábil maniobra, el general Caballero impidió que sus fuerzas fueran rodeadas y consiguió llegar a la orilla opuesta del arroyo, donde emplazó la artillería. El Conde D’Eu colocó sus cañones frente al paso y abrió un nutrido fuego contra la posición paraguaya. Y ordenó después una carga a fondo sobre el puente, que fue repelida.
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La batalla llegaba a su momento culminante. Era ya mediodía, y desde el amanecer la lucha no tenía tregua ni descanso. Se produjo una nueva carga y nuevamente fue repelida por Caballero. El cauce del arroyo quedó colmado de cadáveres. Optó entonces el ejército imperial buscar un vado, para evitar fracasar en otro ataque frontal.
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Caballero volvió a hacerse fuerte sobre el puente de Peribebuy, conteniendo con todo éxito el avance de sus persecutores. La tarde inclinaba. De pronto los paraguayos se vieron acometidos por la retaguardia, era el segundo cuerpo del ejército brasileño que llegaba. Se trataba de una fuerte columna de infantería, con ocho bocas de fuego, a las órdenes del general Resín, que obligó a dividir las escasas fuerzas de Caballero y a atender dos acometidas simultáneas.
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Los veteranos de Franco (muerto en el combate) habían desaparecido en la larga pugna, y con ellos el nervio principal de la resistencia paraguaya. No le quedaban sino niños y jinetes montados en escuálidos caballos.
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Dice Juan José Chiavenatto: “Los niños de seis a ocho años, en el fragor de la batalla, despavoridos, se agarraban a las piernas de los soldados brasileros, llorando que no los matasen. Y eran degollados en el acto. Escondidas en al selva próxima, las madres observaban el desarrollo de la lucha. No pocas agarraron lanzas y llegaban a comandar un grupo de niños en la resistencia”…. “después de la insólita batalla de Acosta Ñú, cuando estaba terminada, al caer la tarde, las madres de los niños paraguayos salían de la selva para rescatar los cadáveres de sus hijos y socorrer los pocos sobrevivientes, el Conde D´Eu mandó incendiar la maleza, matando quemados a los niños y sus madres.” Su orden era matar “hasta el feto del vientre de la mujer”.
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Caballero formando un cuadro con sus tropas se defendió como pudo hasta que, dispersados los restos de sus fuerzas, confundido en el tumulto inmenso de la lucha, pudo cruzar, sin ser reconocido, entre regimientos y batallones, llevando en pos de sí a los que habían escapado de la matanza. El combate había terminado.
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En la batalla de Acosta Ñu, 3.500 niños paraguayos enfrentó a 20.000 hombres del ejército aliado, lo que se tiene como un acto de heroísmo sin igual. Por la masacre producida, se conmemora ese día como el día del niño en Paraguay.
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Acosta Ñu
Allá en mi tierra bordeando el monte se extiende el campo de Acosta Ñu, llano florido que en su silencio recuerda aquella guerra guasu. Cruzan sus valles viejas trincheras llenas de gloria tradicional, como el setenta se alzan las sombras de aquellos bravos del Paraguay. Yo quisiera cantarte tu heroico pasado la gran epopeya de un pueblo viril pedacito de tierra color de esperanza, reliquia de gloria y honor guaraní. Jukyry va surcando tu valle dormido fue el mudo testigo de tu kurusuy en cien luchas tenaces, su cruel resistencia pusieron los héroes de tu Acosta Ñu. Pechos de acero y corazones escalonaron py´a guasuy hasta los niños de sangre joven dieron en aras de Acosta Ñu. Niños, ancianos, todos cayeron al juramento de “antes morir” solo una cosa quedó en su puesto, la raza heroica del guaraní.
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Federico Riera
GRACIAS A LOS PATRICIOS DE LA VUELTA DE OBLIGADO POR QUE LO RECUERDAN Y A EL TATA VIEJO DE CONTANDO HISTORIAS QUE LO DIFUNDE
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